Recientemente se han reportado varios eventos en salud en el mundo que han disparado las alarmas de las auto-ridades sanitarias y las asociaciones de profesionales. Un grave caso de difteria en España en el 2016, 1200 casos de sarampión en Gales en 2013 (con un fallecido) y 650 casos de sarampión en Estados Unidos en 2014. El factor común en estos casos es la disminución aberrante en las cifras de cobertura de la vacunación en esos países, increíble pero cierto. La razón fundamental es que una gran cantidad de padres de familia se han embarcado en un movimiento de rechazo a las vacunas, basado en información errada sobre supuestos efectos adversos de las vacunas o sus excipientes. El momento más crítico, fue debido a una publicación de un médico investigador británico que en 1998 publicó un estudio en el que reportó que existía una asociación entre vacunarse con la vacuna triple viral (sarampión, paperas, rubéola) y la presentación de autismo en los pacientes. Varios años después se declaró que el estudio era fraudulento, fue retirado de la revista y los autores fueron sancionados con el retiro de su licencia médica de por vida. Los padres de familia han encontrado en estas teorías conspirativas argumentos en contra de las farmacéuticas que desarrollan las vacunas, oponiéndose a la gran cantidad de información de alta calidad, que ha demostrado para cada vacuna su eficacia en el control de las enfermedades transmisibles. Los estudios de eficacia, aunque conducidos al inicio por las farmacéuticas, son desarrollados posteriormente por investigadores independientes frecuentemente financiados por agencias gubernamentales, quienes son a la final los responsa-bles de otorgar la licencia y promover su uso, garantizando la idoneidad de la recomendación.Para todos los expertos en salud pública, es innegable el impacto positivo que ha tenido la introducción de las vacunas en la disminución de la transmisión de las enfermedades infecciosas en los últimos 50 años. La erra-dicación de la viruela, la bajísima prevalencia actual de difteria o tétanos, el impacto de la vacuna BCG en la reducción mundial de la tuberculosis, el papel de la vacuna de polio oral en la casi erradicación de la poliomie-litis, por solo mencionar algunos casos, muestran la importancia que han tenido y siguen teniendo las vacunas en la salud pública mundial.Si bien es cierto que ha habido vacunas desarrolladas que presentaron efectos adversos, como la primera vacuna de rotavirus que causó cientos de casos de bloqueo intestinal, o las primeras vacunas antirrábicas que por provenir de cerebros de ratón podían inducir cuadros neurológicos en algunas personas, los efectos adversos después de la administración de las vacunas son menores y consisten fundamentalmente en dolor e inflamación transitoria en el sitio de inyección, linfadenopatías temporales, fiebre y malestar. Efectos secundarios muy leves, en comparación con la carga de infectarse en el futuro con el microorganismo para el cual no se está inmunizado. Es muy frecuente que ante una enfermedad o un accidente en un niño, el único antecedente que recuerden los padres es la vacunación, por ello de manera anecdótica pueden relacionar ambos casos, sembrando inquietudes tendenciosas sobre la seguridad de las vacunas. Por estas razones se hace indispensable, que los profesionales de la salud estén en capacidad de identificar los eventos adversos que se podrían relacionar directamente con la administración de una vacuna y reportarlos adecuada y oportunamente.